Tomado de: Socialidad Humana
JÜRGEN HABERMAS, CHARLES TAYLOR, JUDITH BUTLER Y CORNEL WEST – EL PODER DE LA RELIGIÓN EN LA ESFERA PÚBLICA.
A propósito de la ofensiva evangélica en nuestra región, que busca capturar el poder político, con el patrocinio de los EE.UU., como recientemente ha ocurrido en Bolivia, es bueno recordar el rol que juega la religión en la sociedad actual. Vivimos en una época de “reencantamiento del mundo”, que no necesariamente significa una vuelta al pasado religioso, al “estado teológico”, y, menos aún, que la irracionalidad esté de vuelta. Lo que ocurre en nuestra región, que linda con la mediocridad y la irracionalidad absoluta, parece desmentir esta afirmación. En Europa y otras partes del mundo, sin embargo, no sucede lo mismo. La religiosidad no necesariamente es sinónimo de “fundamentalismo” -a lo Bolsonaro, en Brasil, o Camacho, en Bolivia- y tampoco equivale a “irracionalidad” o es contraria a la modernidad.
La postmodernidad, por otro lado, ya es un discurso superado y de lo que se trata es de definir el lugar de la religión en la modernidad en curso. Este libro, que recoge las intervenciones de Habermas, Taylor, Butler y West, en un evento patrocinado por el Institute For Publica Knowledge, realizado en el 2009, en New York, da cuenta del rol que juega la religión en la sociedad actual. Habermas, en las dos últimas décadas, ha abierto un diálogo muy fructífero con la “racionalidad teológica” o “razón religiosa”, lo que ha implicado un cambio en su propuesta inicial. Como lo recuerda Charles Taylor en el texto, Habermas antes subrayaba “la ruptura epistémica entre razón secular y el pensamiento religioso, dando preferencia a la primera. La razón secular -de acuerdo con su planteamiento inicial- basta para alcanzar las conclusiones normativas que necesitamos, como establecer la legitimidad del Estado democrático y definir nuestra ética política” (p. 53). Esta postura, sin embargo, ha cambiado, en lo que refiere a la capacidad que tiene el lenguaje religioso para producir una mayor integración y cohesión social. La “distinción epistémica de fondo”, sin embargo, que refiere a que las “referencias religiosas” deben quedar al margen de los asuntos de Estado, se mantiene. En este marco, la “racionalidad comunicativa” no necesariamente tiene que ser secular, laica o atea, no excluye la religión y la incorpora, además, a la esfera pública.
La religión no es un asunto privado, que tiene que estar ausente de la vida pública. Tampoco se trata de un fenómeno irracional, cerrado a la discusión en la esfera pública, sobre todo en los asuntos que tienen que ver con su permanencia como institución y el bienestar de sus fieles y de los ciudadanos, en general, Si, como dicen las feministas, “lo privado es político”, entonces la religión también lo es y no debe permanecer o quedar relegada a la esfera privada, más aún cuando muchas de las patologías sociales que existen se le atribuyen a ella. “Lo político -nos dice Habermas en el libro- se refiere a la presentación simbólica y a la autoidentificación colectiva de esas primitivas altas culturas que se diferenciaban de las sociedades tribales integradas cuasi naturalmente por, entre otras cosas, una integración política y social que llega a ser reflexiva, lo que quiere decir conscientemente promulgada (…) Solo una convincente conexión con las ideas y las prácticas religiosas asegura a los gobernantes la obediencia legal del pueblo. Si el orden legal queda estabilizado por el poder sancionador del Estado, la dominación política, a su vez, tiene que recurrir al poder legitimador de la ley sagrada para que sea aceptado como justo. Es en esta dimensión simbólica en la que nace la amalgama legitimadora de la política y la religión, y el concepto de lo político se refiere a esa amalgama. La «religión» extrae su poder legitimador del hecho de poseer su propia raíz, independiente de la política, en las ideas de salvación y condenación y en las prácticas que tratan con fuerzas apotropaicas y salvadoras” (p. 142). De lo que se trata, entonces, es que las distintas prácticas u opciones religiosas queden legitimadas en el orden simbólico y, a su vez, sean fuentes de legitimación del orden político, manteniendo su independencia respecto al Estado. Éste, por su parte, a decir de Carles Taylor, tiene que “configurar sus soluciones institucionales, no para mantenerse fieles a una tradición sacralizada, sino para maximizar las metas básicas de libertad e igualdad entre creencias básicas” (p. 60). De lo que se trata es de construir una “sociedad democrática”, pluralista, abierta a los diversos cultos, y no de volver o caer en el fundamentalismo religioso.
Pueden descargar el PDF del libro en la siguiente dirección electrónica:
https://openload.cc/…/Habermas_-_El_poder_de_la_religi_n_pd…