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Homosidio, la política de eliminación de trans y gays con VIH en Perú. Por Gio Infante (*)
Desde el reporte del primer caso de sida en Perú, en 1982, la epidemia del VIH se ha constituido en el episodio más doloroso de la historia de las personas y comunidades trans y gays de nuestro país: nuestras nacientes organizaciones debieron sobreponerse a la muerte de sus fundadores, amigos y amantes para lidiar con el pánico desatado por la “peste rosa”, alcanzar información a la sociedad para intentar detener las muertes y el prejuicio mientras por más de 10 años el Estado no hacía absolutamente nada. Y hoy, cuando disponemos de la tecnología médica suficiente para que nadie más muera de VIH, son fundamentalmente nuestros cuerpos los que siguen muriendo por la decisión explícita de un Estado para el que no somos ciudadanos ni mucho menos humanos.
Es decir, es mentira que el VIH sea un problema de todos o, por lo menos, que sea igual de problemático para todos. En nuestro país, de cada mil mujeres trans, 208 viven con VIH; de cada mil gays, 151; de cada mil hombres bisexuales, 66; y de cada mil hombres sin identidad homo/bisexual pero que tienen sexo con hombres o mujeres trans, 66. Cifras de Vigilancia Centinela 2011 del Ministerio de Salud. En contraste, en la población general tenemos que de cada mil mujeres gestantes, 2 viven con VIH, de acuerdo con la Vigilancia Centinela 2006. Incluso, contra el mito urbano de que las mujeres trabajadoras sexuales constituyen un “foco infeccioso”, el estudio Perú Preven de 2002 reveló que 5 de cada mil vive con VIH.
La epidemia está concentrada en las poblaciones de mujeres trans, gays, hombres bisexuales (TGB) y hombres sin identidad homo/bisexual que tienen sexo con hombres o mujeres trans (HSH), en las que se da el 55% de casos nuevos de VIH, según la aplicación del modelo matemático de modos de transmisión de ONUSIDA, dato que se vuelve escandaloso al notar que las personas TGB/HSH representan únicamente el 6% de la población adulta.
El impacto desproporcionado sobre las personas TGB/HSH no se da solo en nuestro país: tenemos 33.3 veces más probabilidades de infectarnos de VIH que el resto de la población en América, 18.7 en Asia, 3.8 en África donde la epidemia tiene carácter generalizado y 1.3 en Europa, según este estudio publicado por Plos Medicine.
NO HAY APRECIO POR NUESTRA VIDA
La epidemia de VIH en Perú tiene un carácter sexual (97% de las infecciones se dieron por relaciones sexuales sin condón o usándolo mal): masculino (en promedio 3 hombres por 1 mujer desde hace más de 15 años), concentrado en TGB/HSH (55% de nuevas infecciones), joven (50% de infecciones se da alrededor de los 20 años), pobre (los distritos más afectados en Lima son Cercado de Lima, San Martín de Porres, San Juan de Lurigancho, Rímac, Santa Anita, Chorrillos, Ate, Comas, Los Olivos y Villa El Salvador, por ejemplo) e insuficientemente atendida (cada día mueren 3 personas por sida en Perú), según los rigurosos reportes de la Dirección General de Epidemiología del Ministerio de Salud.
Sin embargo, el accionar del Estado peruano no responde ni a la evidencia epidemiológica acumulada por años ni a las recomendaciones y estándares internacionales, constituyéndose probablemente en una de las pocas epidemias de nuestra historia en la que el Estado actúa sin ningún aprecio por la vida de los afectados.
Fue recién en 1997, 15 años después de la aparición del primer caso de sida, que el Ministerio de Salud empezó a responder seriamente al impacto de la epidemia en TGB/HSH. Tomando aprendizajes de las primeras iniciativas de educación de pares del MHOL y Germinal, de soporte comunitario de PROSA y de atención médica de Vía Libre, el entonces Programa de Control de ETS y SIDA (PROCETSS) instauró la única estrategia de atención a TGB/HSH que continúa hasta nuestros días: el programa de promotores educadores de pares (PEP) TGB que brindan orientación sobre ITS y VIH a otras personas TGB/HSH en espacios de socialización como discotecas, saunas, peluquerías y canchas de vóley, y los acompañan a los Centros de Referencia de ITS (CERITS) del Ministerio para que se les realicen pruebas diagnósticas de ITS y VIH en el marco de la llamada atención médica periódica (AMP).
Esta estrategia, innovadora en sus orígenes, lejos de mejorarse con enfoques preventivos-promocionales comprensivos de cómo la homofobia impacta en la vulnerabilidad de las personas TGB/HSH a la epidemia, ha venido siendo desmantelada por el Estado.
Para evaluar el alcance de estas estrategias, primero se debe determinar el tamaño de la población TGB/HSH a la que se debe atender, para lo que se suele recurrir a tres escenarios posibles: que las personas TGB/HSH constituyen el 10% de los hombres entre 15 y 49 años, que son el 6% como afirmaba el Estado peruano hasta 2008 o que son el 3% como actualmente señala el Ministerio de Salud, cifra decidida en una reunión técnica con expertos y que según el MHOL no cuenta con sustento técnico sino que respondería a motivaciones políticas: reducir a la mitad el universo a atender hace que, porcentualmente, sin invertir un solo sol más se logre el doble de cobertura.
Según el último censo, en Perú hay 7’158,143 hombres entre los 15 y 49 años, por lo que los tres posibles escenarios poblaciones TGB/HSH:

Si estos universos poblacionales se comparan con la cantidad de personas TGB/HSH atendidas por el Ministerio de Salud a través del binomio PEP-AMP, tenemos que entre 2007 y 2009 se cuadruplicó el alcance de estas estrategias gracias al financiamiento de la Ronda 6 del Fondo Mundial de Lucha Contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, pero que posteriormente el Estado no ha asumido la continuidad de los aprendizajes, por lo que la cobertura de atención a TGB/HSH se ha reducido de 12.76% en 2009 a 5.74% en 2013. Es decir, el Ministerio de Salud ha reducido a menos de la mitad sus exiguas coberturas de atención a TGB/HSH en VIH, a pesar que ONUSIDA sostiene que para controlar y empezar a revertir la situación epidémica es necesario alcanzar a por lo menos el 80% de estas poblaciones.

Sobre el escenario poblacional del 6%, tenemos que habría 417,159 personas TGB/HSH que no han accedido a los programas de prevención, diagnóstico, atención ni tratamiento del VIH del Ministerio de Salud. Al proyectar la información epidemiológica disponible del país sobre este sector, resulta que 52,728 (12.4%) tendría VIH y probablemente 10,915 de ellos (21.1%) llegaría a un servicio de salud especializado para iniciar tratamiento teniendo menos de 200 linfocitos T CD4 por mililitro de sangre, situación que define clínicamente el estadío sida y que revelaría un acceso tardío al sistema de salud, y reduciría enormemente las probabilidades de mejoría con el tratamiento y sobrevida.

Reducir las coberturas exiguas de atención a las personas TGB/HSH implica reducir su oportunidad de diagnóstico oportuno de VIH y, por lo tanto, de sobrevivencia a la epidemia. En otras palabras, significa dejarlas morir, acción criminal en un país que dispone de las tecnologías médicas suficientes para que nadie más muera por VIH. Sin embargo, a pesar de que hace 10 años se brinda tratamiento antirretroviral gratuito, las muertes solo han reducido a la mitad, registrándose 3 cada día, aumentando en todo el país a excepción de Lima y Callao, y evidentemente fundamentalmente en las poblaciones TGB/HSH.
Un contexto epidémico como el narrado exige que el acceso a la prevención, diagnóstico, atención y tratamiento sean universales y gratuitos. Sin embargo, lejos de ello, la Defensoría del Pueblo ha identificado que el 22.58% de CERITS cobra por el diagnóstico de ITS a estas poblaciones, el 19.35% tuvo desabastecimiento de insumos para el diagnóstico de VIH entre 2009 y 2010, y el 29.03% no contó con kits diagnósticos para sífilis en el mismo periodo, según su supervisión de 2010. Asimismo, revela que estos establecimientos de salud no cuentan con categorización ni acreditación de los niveles regionales o nacional del Ministerio de Salud, dejándolos fuera de su estructura funcional. A ello se suma que de cada sol invertido en la prevención del VIH en Perú entre 2005 y 2010, solo entre 3 y 9 céntimos han sido destinados a estas poblaciones, según la Medición de Gasto en Sida de ONUSIDA.
Un real y efectivo compromiso para detener la epidemia y sus muertes demanda la más alta voluntad política del Estado e implica sincerar el tamaño de la población TGB/HSH que debe ser alcanzada por los programas de prevención (no menor al 6%), el fortalecimiento del binomio PEP-AMP en alianza con las organizaciones LTGBI de todo el país para que progresivamente alcance –junto a otras estrategias– a no menos del 80% de personas TGB/HSH con acceso gratuito a condones, pruebas rápidas de VIH y atención médica integra, un programa de acompañamiento que garantice que las personas que reciban un resultado positivo para VIH inicien oportuna e inmediatamente el tratamiento antirretroviral que no solo mejorará su calidad de vida, sino que al reducir el nivel de virus en su organismo, es capaz de reducir hasta en 96% las probabilidades de transmisión del virus a otra persona.
Sin embargo, nuestro país está aún lejos de ese escenario: son constantes las denuncias por desabastecimientos de condones para las estrategias de prevención y de medicamentos antirretrovirales para aquellos que los requieren para seguir viviendo, hace más de 3 años nuestro país no cuenta con un Plan Estratégico Multisectorial de VIH que alinee los esfuerzos del Estado desde una perspectiva de derechos humanos, e incluso hace más de un año el congresista nacionalista Johnny Cárdenas presentó el proyecto de ley 02965/2013-CR que busca criminalizar la transmisión de VIH, iniciativa que se aleja de la cultura de prevención y que en los países en los que existe ha servido únicamente para terminar de desmantelar y perseguir a las poblaciones en las que la epidemia se concentra: TGB/HSH.
En este contexto, el Perú ha sido uno de los más activos escenarios de investigación científica sobre VIH en TGB/HSH durante los últimos años, sin embargo ello no sería necesariamente positivo.
Entre 2007 y 2011 se realizó el estudio iPrex en 9 ciudades de 6 países (Perú, Ecuador, Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica y Tailandia) para probar si una pastilla antirretroviral tomada al día por una persona sin VIH podía prevenir la infección.
El 56% de participantes enrolados fue de nuestro país, quienes tomaban un placebo o una pastilla antirretroviral que en ese momento no estaba disponible en nuestro país para las personas con VIH que la requerían para seguir viviendo. A cambio, recibían atención médica gratuita en clínicas de las organizaciones investigadoras, reembolsos de movilidades y actividades de “retención” como paseos y fiestas. Y aunque el estudio tuvo un resultado positivo (43.8% de eficacia), fueron las sedes peruanas las que menos éxito tuvieron (Iquitos logró menos del 20%, por ejemplo), muy probablemente porque la cantidad de participantes peruanos no respondía a un afán humanitario sino a los beneficios recibidos por la investigación en un contexto de desatención estatal tan grande que, por ejemplo, si alguna persona se infectaba en el marco del estudio, no eran los investigadores ni sus patrocinadores quienes debían asumir los costos del tratamiento que la persona requeriría en el futuro, sino el Estado peruano.
Es decir, probablemente que más de la mitad de participantes enrolados hayan sido peruanos podría tener también que ver con que en un escenario como el nuestro, es más barato investigar en los cuerpos de las personas TGB/HSH.
CULPABLES
Estas líneas constituyen testimonio de cómo el pánico social desatado por la “peste rosa” a inicios de los 80 se ha institucionalizado en prácticas en las que subyace el razonamiento de que las personas y comunidades TGB/HSH seríamos culpables de la existencia de la epidemia y merecedoras de sus efectos.
Así, si la alegre movilización ciudadana a favor de la Unión Civil representó la ilusión de un futuro en el que todas las personas tengamos el mismo derecho a ser felices, las prácticas estatales acá narradas evidencian una estrategia expresa para matarnos y dejarnos morir por ser quienes somos, consumando un genocidio homosexual en el contexto de la epidemia del VIH y sida, un homosidio.
*Director Ejecutivo del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL). Entre 2007 y 2013 ha sido miembro de los equipos de gestión de las intervenciones de prevención y atención del VIH en TGB/HSH del Fondo Mundial de Lucha Contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria en Perú.
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