Tomado de: Oswaldo De Rivero Barreto

Foto: El Comercio
El 26 de octubre de 1973 en la noche, el Consejo de Seguridad de la ONU decretó el cese de fuego que dio fin a la feroz guerra del Yom Kippur, entre Israel Egipto y Siria. El Perú, era miembro del Consejo, yo era Primer Secretario y parte de la delegación que presidia Pérez de Cuellar como Embajador ante la ONU.
Al terminar la sesión del Consejo de Seguridad, camine con Pérez de Cuellar hacia la Misión del Perú. En esa época era riesgoso caminar tarde en la noche en Nueva York. Súbitamente el peligro se presentó, un gigantesco afroamericano se nos acercó y le pidió a Pérez de Cuellar 10 dólares.
Pérez de Cuellar con parsimoniosa elegancia sacó su billetera y le dio 20 dólares. El sujeto lo abrazó, lo besó en la mejilla y salió corriendo. Mientras Pérez de Cuellar se limpiaba la mejilla con su pañuelo, le pregunté ¿Embajador, él le pidió 10 dólares por qué le ha dado 20? y él me contestó: “Hijito, yo soy diplomático de carrera”.
Sin duda lo era, porque en la vida cotidiana cumplía y hacia cumplir el protocolo. Y no solo esto, sino que escribió un libro sobre las normas protocolares que hasta ahora sirve de guía a los diplomáticos peruanos.
En las negociaciones diplomáticas, Pérez de Cuellar practicaba la realpolitik, siempre se ponía en los zapatos del rival y analizaba, no solo sus debilidades sino también sus virtudes, y las comparaba con frialdad con las virtudes y debilidades de nuestra posición. Pérez de Cuellar desdeñaba así la diplomacia basada en el wishful thinking.
Javier Pérez de Cuellar practicaba también la realpolitic en sus relaciones personales, fue amigo del presidente George Bush (el padre) cuando este era Embajador de los EEUU en las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, cuando era embajador en Moscú, cultivó su amistad con Andréi Gromyko, el poderoso canciller soviético.
Sin duda, estas amistades le sirvieron no solo para su elección y reelección como Secretario General de las Naciones Unidad, sino también para terminar muchos conflictos, como la guerra entre Irak e Irán, las guerras civiles en Angola, Mozambique, El Salvador, Guatemala, el retiro decoroso de la Unión Soviética de Afganistán, la finalización del Apartheid en Sudáfrica y la independencia de Namibia. Un récord de solución de conflictos que ningún otro Secretario General ha alcanzado.
Siempre recordaré que, siendo yo Embajador del Perú ante la ONU en Ginebra, llegó Pérez de Cuellar de paso a Bagdad, llevando consigo el ultimátum del Consejo de Seguridad de la ONU que conminaba a Saddam Hussein a que desocupara Kuwait, so pena de sufrir el uso de la fuerza armada. Al recibirlo me pidió que lo acompañara a una conferencia con la prensa internacional.
Al final de la conferencia, un periodista le dijo con tono dramático: “Usted sale mañana para Bagdad y de su reunión con Saddam Hussein dependerá que haya guerra o no, Sin duda, Ud. no dormirá esta noche.”
Pérez de Cuellar le contestó: “No se preocupe, yo duermo siempre 8 horas.”
La respuesta le quitó melodrama a la conferencia, haciendo estallar risas y aplausos de admiración por la serenidad y el sentido del humor con que el Secretario General de la ONU enfrentaba su delicadísima misión.
Javier Pérez de Cuellar fue mi mentor, jamás lo olvidare
Acceda a la fuente original aquí