Fuente: El Parónimo

AMARTYA SEN Y BERNARDO KLIKSBERG: La visión ética del desarrollo.

por Francisco J. Lucero Bravo
Sociólogo, Mg. en Política y Gobierno
fjlucerob@gmail.com
El libro Primero la gente. Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado (2007), compila un variado conjunto de artículos de dos de los más influyentes intelectuales de la visión ética del desarrollo: el célebre economista y filósofo indio, Amartya Sen y el no menos reputado economista argentino y sociólogo Bernardo Kliksberg.
 
Amarty Sen y Bernardo Kliksberg (de izq. a der.)
Para Amartya Sen la globalización tiende a ser malinterpretada como un proceso occidental, versión la cual se ve fortalecida con el relato de Huntington sobre «el choque de civilizaciones». Ésta adolesce, en principio, de dos errores de tergiversación. El primero sería el desconocer la larga historia de procesos globalizadores previos en los que los grandes adelantos tecnológicos y las grandes ideas no viajaron desde Occidente a Oriente sino en dirección opuesta. Incluso destaca el caso del primero libro impreso que consistió en una traducción desde el sánscrito al chino realizada por un turco. Básicamente Occidente estuvo ausente de esta primera proeza. El segundo error estaría en prestar excesiva -sino única- atención a un aspecto identitario por sobre el amplio conjunto de aspectos que identifican al ser humano (por no mencionar, además, las adhesiones temporales o interrumpidas, pero eso lo agrego yo). Esta visión sesgada y estereotipada de las culturas, identifica a determinados pueblos con tendencias violentas y a otros con el pacifismo. Ve la ética del trabajo esforzado en unos y la pereza en otros, visión la cual se encontró presente en el juicio del ministro ex primer ministro británico, Tony Blair, sobre los asuntos internacionales en medio oriente como en tantas otras figuras políticas e intelectuales lo han hecho en su momento. Superar esta perspectiva unidireccional y unidimensional de la globalización nos habilita para recién comenzar a juzgar sus ventajas y desventajas como fenómeno geo-económico y geo-político en curso.

Tanto Sen como Kliksberg prestan suma atención a las externalidades negativas de la globalización y específicamente su impacto en la inequidad y la desigualdad mundial, como también los persistente problemas de accesos a bienes y servicios básicos. A principios del 2000 (periodo en el cual se contextualizan las cifras del texto, muchas de las cuales no ha corregido mayormente su tendencia) el mundo llegaba a una situación global en que las 3 personas más ricas del planeta concentraban mayor riqueza en activos que los 48 países más pobres; o bien, las 200 empresas más importantes detentaban el doble de activos que el 80% de la población mundial. Vemos que estos datos, lejos de ser una anomalía, constituyen una lamentable tendencia de acuerdo al análisis de Piketty  Además, si esto no conmueve a quienes justifican la desigualdad como un mal necesario del crecimiento económico, quizás sí lo hagan los 18 millones de muertes anuales por causas asociadas a la pobreza (un tercio de las muertes anuales), de las cuales un 60% son niños menores de 5 años de edad.
Para Sen, las manifestaciones anti-globalización representan una de las expresiones más ampliamente difundidas de la globalización. Pero a pesar de que una amplia proporción de la población mundial se encuentra aún excluida del progreso económico, la globalización sí merece ser defendida aunque desde ya debe ser objeto de serios ajustes. El objetivo ha de ser priorizar una distribución más justa de los beneficios con independencia de si, en el agregado (o el promedio), la situación actual es mejor que la anterior. Como expresa el premio Nobel en economía de forma magistral parafraseando a otro laureado en la misma disciplina; el afamado John Nash:
«Cuando hay beneficios derivados de la cooperación, es posible concertar toda suerte de arreglos. Como lo afirmaba hace más de medio siglo el experto en teoría de los juegos y matemático, John Nash […], el tema central en general no radica en si un acuerdo particular es mejor para todos comparado con la falta total de cooperación, sino en si se trata de una división equitativa de los beneficios. No puede rebatirse la crítica de que un acuerdo de distribución es injusto simplemente con la observación de que todas las partes se encuentran en una situación mejor de la que tendrían en ausencia de cooperación; el verdadero ejercicio radica en la elección entre estas opciones.»
 
Precisamente los acuerdos sociales y arreglos institucionales son los responsables de la inclusión o exclusión de determinados grupos a los beneficios de la globalización, lo que nos indica que dichas brechas son todo menos naturales, por lo tanto, pueden y deben ser corregidas. Un ámbito al cual los autores dedican especial lugar en su análisis es la salud. Para Sen la equidad en salud debe considerar más allá de la mera provisión de asistencia sanitaria lo cual, si bien es elemental, no es más que una pequeña parte de lo que el concepto de salud abarca. Ésta debe ser entendida como fenómeno multidimensional y contemplar así tanto los logros como las posibilidades. Esto quiere decir que la distribución de la atención sanitaria como primer paso inclusivo deja abierto otros aspectos sumamente relevantes relacionados con la esperanza y calidad de vida, como también las ventajas y desventajas de acceso por razones sociales, políticas o culturales y no solo económicas. Entonces se debe sortear la discriminación presente en los procesos, tanto como las diferencias en materia de propensión personal, genética, ambiental y epidemiológica a enfermedades. La salud debe ser medida en términos de su multidimensionalidad contemplando posibilidades y libertades asociadas a sus logros y no solo en base al igual acceso a los recursos sanitarios.
Kliksberg se centra específicamente en la situación de América Latina, región que define en base a una abundancia de datos como «la más desigual del orbe». Donde además en 2006, 31 de cada mil niños fallecían antes de los 5 años de edad (PNUD) y en 2004, 23.000 mujeres morían durante el embarazo o el parto (OPS). Asimismo, se encarga de respaldar la tesis de que tanto las lamentables cifras de mortalidad como las de morbilidad de la región se ven agudizadas por variables como la educación, los ingresos, la etnia, el género, la ubicación urbano-rural y el grupo etario. Precisamente a través de este análisis es donde vemos la coherencia entre las afirmaciones de Sen y los datos de Kliksberg. Vemos así que no todo se resume a un problema de desigualdad como, por ejemplo, el gasto en salud en Paraguay que es seis veces más alto en el 20% más rico con respecto al más pobre, sino que también observamos que los arreglos institucionales crean desincentivos a la atención médica que se traducen en que el 51% de las personas que declararan haber estado enfermas o accidentadas no acudieron a ningún centro asistencial en el mismo país (OPS, 2003). Pero si la escala de un país pequeño parece poco relevante para sacar conclusiones generales, en otra magnitud, la OMS planteaba en su informe de 2003 que el 15% de la población mundial consume el 91% de la producción mundial de productos farmacéuticos.
En la región, a nivel de gasto en salud ocurre algo similar a los que ocurre con el gasto en I+D. Esto es que no solo se trata de un gasto en relación al PIB deficiente y concentrado, sino que además su composición demuestra una baja participación del sector público en relación al privado. En general se trata de un gasto público menor al gasto privado, con algunas excepciones en Colombia, Panamá, Bolivia y Costa Rica. Por otra parte, el gasto per cápita está muy por debajo de los países desarrollados, siendo una quinta parte del gasto per cápita de Canadá en México y Brasil y 14 veces menor en Perú, Guatemala y Ecuador.
A contracorriente de lo que señala el fundamentalismo de mercado, con una fe ciega en el crecimiento económico y la «teoría del chorreo», Kliksberg y Sen son algunos de los principales exponentes del desarrollo ético. Gran parte de su obra está destinada a reconstruir los puentes entre la economía y la ética, lo cual expresan a través de un análisis multidimensional y policausal para explicar el fenómeno del desarrollo económico. Es así como descartan la creencia fuertemente refutada por los datos y la evidencia empírica e histórica que la sola presencia de crecimiento económico reduce la pobreza. Como destaca Ffrench-Davis y Bárbara Stallings (2000) en el estudio de la historia económica reciente de Chile, las variables macroeconómicas y macrosociales no siempre van en sintonía, y toda política económica efectiva y eficiente debiese prestar atención a ambos aspectos y no solo uno. De este modo, vemos como los casos de Chile y Argentina son emblemáticos para deshacer el supuesto mecanismo autocorrector de la pobreza a través del crecimiento económico. Mientras en Chile, la dictadura militar de Pinochet entre los 70 y 80 tuvo avances aceptables en materia de crecimiento económico (pero muy moderados promediamos todo el periodo), la pobreza se duplicó alcanzado un 45% al final del periodo. En Argentina, por su parte, un 20% de la población (7 millones) cayó desde la clase media a la pobreza en los 90, al término del gobierno de Menem.
La visión ética del desarrollo bajo esta perspectiva, coloca servicios básicos como la salud y la educación en el centro de los objetivos de reforma, por su incidencia en el bienestar de las personas y su condición habilitante para ampliar los «grados de libertad», al decir de Sen. Es por esto que en el libro se incorporan agudos análisis con respecto a la juventud, la seguridad ciudadana, el voluntariado, la cultura y la religión, entre otros. Claramente no es objeto de este breve artículo resumir cada una de estas dimensiones que de por sí se abordan de forma concisa y precisa en los diferentes capítulos que componen la obra. Pero sin duda, un elemento transversal a cada una de estas dimensiones es el capital social, el cual es definido por Kliksberg en base a cuatro dimensiones claves: el clima de confianza en el ámbito interpersonal; la capacidad de asociatividad que habilita la generación de redes de colaboración y otras formas de cooperación; la conciencia cívica como base de la sujeción a normas y la reproducción de instituciones; y los valores predominantes de la sociedad. Lo destacable del capital social y cada una de sus dimensiones es que, al igual otros capitales intangibles tales como el cognitivo, el sinérgico, el cultural y otros tantos que reúne Sergio Boisier en su propuesta teórica, tiende a incrementar e intensificar su disponibilidad a través de su uso.
La importancia del capital social está en que construye tejido social a partir de imaginarios y representaciones compartidas. De hecho, muchos teóricos del desarrollo sostenible e inclusivo relevan la capacidad del Estado de crear una misión país (ver MazzucatoStiglitzKrugman, entre otros), que oriente las transformaciones productivas y técnicas en función de una visión de sociedad, considerando que el mercado es ciego en estos términos. La construcción de esta misión ha de ajustarse a valores éticos determinados que sean coherentes con los acuerdos sociales y arreglos institucionales a escala territorial y humana. Destaca en términos de la incorporación de elementos éticos a las frías relaciones de mercado, lo realizado por Noruega con su Fondo del Petróleo que supera los USD 300.000 millones, el cual en su momento dejó afuera a 13 importantes empresas que se alejaban su marco ético-normativo relacionado con la protección del medio ambiente, la eliminación del trabajo infantil, la responsabilidad social empresarial, entre otros aspectos.
Un modelo de desarrollo enmarcado en determinados valores éticos como la tolerancia, el respeto, la inclusión, la sostenibilidad y la solidaridad, invita a una globalización con el mismo signo. Actualmente la tendencia ha ido en la línea opuesta y vemos que la ayuda internacional desde países ricos se ha visto reducida con los años mientras la deuda externa de los países pobres no hace más que incrementarse. En esta línea, Hopenhayn en 2003 estimaba que basta con que cada habitante de los países ricos aporte 4 dólares mensuales para que la deuda de los 52 países más pobres quede amortizada en 20 años. El priorizar la reducción de la deuda externa por sobre el crecimiento incesante, es una idea vemos enfáticamente reforzada por Tomáš Sedláček
 
De esta manera, los planteamientos de Amartya Sen y Bernardo Kliksberg orbitan en torno a la idea que da el nombre al libro: el desarrollo debe enfocarse por y para las personas. Por muy obvia que parezca esta tesis para muchos, es bien sabido el diagnóstico general en que la premisa del homo economicus ha desplazado al ser humano y su complejidad bio-psico-social del centro gravitatorio de las decisiones técnicas y políticas. Recuperar su centralidad a través de un inestimable esfuerzo de revisión de datos y un agudo y certero análisis crítico, es el principal mérito de este trabajo que reúne a estos dos potentes referentes intelectuales. 
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